jueves, 4 de noviembre de 2010

La finalidad de la vida del hombre en este mundo

De todo lo expuesto se deduce que el propósito esencial del hombre y lo que más le interesa en la vida presente, debe ser hacer la voluntad de Dios para conseguir, obedeciéndole, la felicidad del Cielo. Esto es el único objetivo realmente importante de nuestra existencia. Ciertamente la única tarea esencial en nuestras vidas es cumplir la voluntad de Dios y todos los otros intereses son secundarios. Si alguien deliberadamente deja de hacer la voluntad de Dios, su vida resulta carente de significado y finalidad, porque no hace aquello para lo que ha sido creado.

Si un reloj no señala la hora debe ser reparado y si no puede ser reparado puede ser desechado porque resulta inútil. No hace aquello para lo que fue construido. Del mismo modo que si un candado no cierra, puede ser eliminado porque no sirve para aquello para lo que fue hecho. Si nosotros en nuestra vida, no hacemos la voluntad de Dios, nuestra vida es igualmente carente de significado e inútil porque no hacemos aquello para lo que fuimos creados por Dios. Incluso, si uno posee grandes riquezas, tiene un gran poder político e influencia personal, si disfruta de una vida saturada de satisfacciones y deleites, pero deliberadamente rehusa hacer la voluntad de Dios, su vida carece de significado y de utilidad, porque ha fallado en la cosa mas importante de su vida.

Por otra parte uno puede estar enfermo, ser pobre o despreciado, pero si continúa haciendo la voluntad de Dios, su vida tiene una finalidad y está llena de sentido.

El seguir la línea vertical que nos guía hacia Dios significa no tan sólo el hacer lo que Dios quiere y cumplir sus mandamientos sino también el aceptar las circunstancias que Dios permite para nosotros. Haciendo mi retiro anual, en cierta ocasión me sentí muy inspirado por las siguientes palabras de Thomas Merton en su muy útil libro Semillas de Contemplación:

"Mi principal preocupación no debe ser conseguir placer, éxito, salud, vida, dinero, tranquilidad o incluso cosas como virtud y sabiduría; ni tampoco lo opuesto como dolor, fracaso, enfermedad y muerte, sino que mi propio deseo y mi alegría debe ser pensar en todo lo que me suceda: "Esto es lo que Dios ha querido para mí. En ello se encuentra su amor y, aceptándolo, yo puedo devolverle a El su amor y con él, a mí mismo."

Tomaso di Pietra atestiguó de santa Catalina de Siena: "Su semblante radiante y su santa sonrisa hacían que nada pareciese importante excepto el hacer la voluntad de Dios."

Hacer la voluntad de Dios es lo que nosotros llamamos "Santidad" y como dice santa Teresa "Santidad y Felicidad son dos hermanas que siempre van juntas".

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